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sábado, 22 de marzo de 2014

Interesante artículo del periódico El Espectador

EDITORIAL 21 MAR 2014 - 11:00 PM
Editorial

Por un ambientalismo viable

Las ciencias ambientales se han convertido en fuente de verdades incómodas.
Por: Elespectador.com
El cambio climático, el colapso de la biodiversidad, la acidificación de los océanos, las islas de plástico en el mar, son testimonios que denotan que la relación con nuestro entorno, el planeta, ha sobrepasado los límites de lo aceptable, habiendo entrado en una época de riesgo ambiental.
Algunos tratan de hacer reaccionar a la sociedad con la alarma —no les faltan motivos—; otros, ante la magnitud del asunto, predican el pesimismo. Para reaccionar positivamente, al menos en parte, la sociedad necesita un nuevo discurso. La falta de una política real de sostenibilidad, manifiesta en algunas de la locomotoras desbocadas, está llevando al fortalecimiento de una forma de ambientalismo que aquí sintetizaríamos o etiquetaríamos como de “tampoco se puede”.
Lo más notorio de esta forma de actuar es su éxito relativo. Hoy, algunas de las propuestas que acarrearían más impactos están empantanadas o ralentizadas. Pero este ambientalismo no es sostenible. Porque la reacción política —ya lo hemos vivido— puede llevar más bien al desprecio por lo ambiental y a una mayor confrontación. Debemos encontrar un ambientalismo que podría distanciarse de lo bueno, incluso de lo deseable, para situarse en el campo de lo posible.
En Francia, la ecologista M. Fontenoy, conocida por sus expediciones marinas, acaba de publicar un libro que en castellano se titularía Hasta la coronilla de los ambientalistas. No discute la autora la razón objetiva de los temas en juego, sino la torpeza política de sus mensajes negativos.
Menos bien recibidos en Europa en tiempos de crisis, lo cierto es que aquí en nuestro país el ambientalismo radical —de nuevo, explicable en sus contenidos mas no siempre justificable en sus métodos— de vez en cuando sirve para llamar la atención sobre cosas que no se deben hacer. Existe, por ejemplo, un grupo que pide “ni un río más para las hidroeléctricas”. La evidencia científica aviva su voz. Si Colombia se lanza en la carrera de convertirse en una potencia regional de kilovatios, sin ninguna consideración ambiental estratégica, por supuesto estaría ocasionando un impacto sin precedentes.
Para el investigador Wolfgang Junk, del Instituto Max Planck, la regulación significativa de los ríos en las cabeceras de las cuencas produciría la reducción de una enorme proporción de los humedales en los planos de inundación. La prestigiosa organización The Nature Conservancy viene señalando cuál sería la situación en la cuenca del río Magdalena. Se trata, pues, de una compleja situación que requiere un compromiso.
No se trata, empero, de trancar toda posibilidad de desarrollo hidroeléctrico, como lo anuncia el grupo desde su nombre, sino de encontrar un equilibrio manejable entre la energía limpia, los bienes y servicios de los ríos y humedales y la adaptación al cambio climático. Al menos un conjunto de ríos deberían quedar libres, y ojalá bajo la figura de “Río Protegido”, mas no todos. Un sistema de monitoreo de los cambios acumulados aguas abajo, por la construcción de hidroeléctricas, sería indispensable en esa definición.
Este es un asunto clave que demuestra que hay que abrir el espacio de posibilidad para un ambientalismo ilustrado y razonable. Si no lo hacemos, estaremos abocados a enfrentar un ambientalismo radical, para el cual no faltan motivos desde las ciencias ambientales, cierto, pero que no permiten una discusión sana y salidas viables. Por el contrario, como decíamos atrás, generan un rechazo político al tema ambiental. El país, con nuevo gobierno para estos temas, necesita un nuevo ambientalismo propositivo.

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